Este fin de semana fue
particularmente inigualable, pero la intensión no fue buena. En primer lugar a
primeras horas de la madrugada del sábado 9 de junio, Colombia perdió a un
periodista que hace recordar la perspicacia de Jaime Garzón, se trata del fallecimiento
de Camilo Duran Casas. Quienes tuvimos la oportunidad de escucharlo, leerlo y
verlo en los diferentes medios en los que trabajaba, nos encontrábamos con la
brillantez y elocuencia que le imprimía a su trabajo, su porte inyectaba un
ambiente de seriedad que podía hacer desaparecer en un abrir y cerrar de ojos
ayudado de su agudo humor e intervenciones picantes como un buen ají hogareño.
Es enormemente lamentable su partida y sin lugar a dudas, aunque suene un
atrevimiento, me animo a decir que la mesa de trabajo de Arismendi quedo sin
una pata y para remplazarla necesitará de una muy buena y variada baraja.
También y de una manera más
personal, lamento el deceso de Daniel Eduardo Mora Gomez, quien
falleció en la madrugada del lunes 11 de junio. El acontecimiento dio lugar en
la vía Pasto – Popayán, en el municipio de Rosas. Daniel, amigo personal y
entrañable compañero de vida, sufrió un accidente automovilístico, en el cual
él viajaba como pasajero. Como amigo diré que Daniel fue el motivo por el cual
nos reuníamos alrededor de su familia, el motivo por el cual jugábamos,
reíamos, brindábamos y permanecíamos juntos a pesar de las distancias y de las
dificultades de cada uno. Es imposible hablar hoy de Daniel y no
recordar y mencionar un espacio vacío. Quiero manifestar que me invade una tristeza
descomunal y que estoy seguro que mi acompañamiento en este suceso no va a
devolver ni a Daniel ni a Camilo, pero tengo la convicción de mi ofrecimiento
sincero de solidaridad con las familias.
Por otra parte, me fue imposible
no tomar nota o al menos darme cuenta del dolor que presencié, el dolor intenso
de una partida, de un tiquete de ida, de un hasta nunca. El dolor es innegable
en cada hogar que vive esa pena, sus familias contaban con su
presencia en el comedor de la casa, en el sofá de la sala, en el “estar” junto
a la ventana. A la par del sufrimiento familiar nacen sentimientos encontrados, preguntas repentinas y sin respuesta. Es entonces cuando las preguntas más simples se tornan
complejas y hasta perturbadoras. Muy seguramente entre las que nos formulamos pueden estar: ¿Por
qué ellos? ¿Por qué los que han estado más cerca de nosotros? ¿Por qué ahora?...
entre otras. Estas preguntas parecen dirigidas a alguien. Alguien que la
humanidad no conoce y no comprende, pero que la humanidad misma, justifica su proceder y que además, asegura que ese alguien tiene perfil
humano. Parece momento entonces de preguntarnos si ese alguien está jugando a los dados con los mortales, si nuestra vida esta escrita en un cuaderno, en un libreto
o si las decisiones que tomamos son la simple muestra de nuestro libre
albedrío y personalidad.
Hay miles de personas que hoy no
están, que nunca hicieron mal a nadie, que lo único que hicieron fue estar
aquí, al lado nuestro, pero que por motivos del azar no debieron estar allí.
Hoy las extrañamos y evidentemente, personalmente considero que, no están en un
lugar mejor, porque su lugar era estar acá, probando sabores, oliendo
fragancias, observando colores y fabricando sentimientos, aquí, en vida.
@Sebastiamos
@Sebastiamos
Yo conocí a Daniel y el vacío que ha dejado para algunos resulta insostenible...me compro unos euros la última vez y me dijo que seriamos buenos socios si montaramos una empresa...siempre con sus ideas, un gran negociante y amigo...aqui es donde el azar llega con hachas de fuego a cortar por doquier...aún conservo las monedas que tenía para él en mi próxima visita a Colombia, en cada país que recorría, guardaba una para él...ahora serán para Andrea...
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